La
Región de la Orinoquía enfrenta fuertes transformaciones del paisaje a causa de
la expansión de la frontera agrícola, la ganadería en pastos introducidos, las
plantaciones de palma africana y arroz, entre otros productos.
El
reemplazo de los ecosistemas naturales de sabanas y selvas de galería, por
grandes extensiones de cultivos monoespecíficos, necesariamente genera un
fuerte impacto ambiental en las actividades de su ciclo productivo original. En
este proceso, uno de los puntos más polémicos gira en torno a la conservación
de la diversidad biológica de los ecosistemas intervenidos. Los arrozales han
transformado fuertemente el paisaje de las llanuras de inundación y de algunos
sectores de la altillanura; los cultivos de palma africana se han establecido
principalmente en las sabanas y selvas del piedemonte llanero y las
plantaciones de caucho y pino caribea en las sabanas de la altillanura.
La
disminución de la biodiversidad y el establecimiento de monocultivos favorecen
la proliferación de plagas y enfermedades, debido a la pérdida de los agentes
controladores naturales; dicha disminución también afecta la fertilidad de los
suelos, puesto que se alteran algunos procesos de las redes microbiológicas
edáficas.
En
los ecosistemas de la Orinoquia se pueden observar algunas interacciones entre
insectos y plantas, predadores y presas, que conforman complejas redes
tróficas, en las que sus componentes se benefician mutuamente y otras donde
compiten por el alimento. Los investigadores que las han estudiado explican que
su estructura condiciona muchas de las funciones de los ecosistemas y concluyen
que las especies más conectadas desde un punto de vista trófico son claves y su
eliminación tiene efectos negativos sobre la estabilidad y persistencia de la
red.
La
importancia de las especies endémicas radica en que su presencia está limitada
a determinados lugares. Esta exclusividad las hace vulnerables y por ende
relevantes para la conservación.
Esta
es la región natural que contiene un mayor porcentaje de la avifauna nacional;
no obstante, su estado de conservación deja mucho que desear y los cambios
introducidos al medio ambiente, por el desordenado e inconsciente desarrollo
agrícola y pecuario, han reducido notablemente las poblaciones de diversas
especies y puesto en duda la
supervivencia regional de otras, cuya distribución natural ha tenido en
los Llanos una importante zona de alimentación en sus habituales y obligadas
rutas de migración transcontinental o regional.
En
los llanos orientales el chigüiro ha sido cazado principalmente para
comercialización legal de carne seca y salada hacia Venezuela. La caza furtiva
de las poblaciones silvestres ha causado una disminución y en algunos casos,
extinciones locales. El tráfico de carne de chigüiro es un problema difícil de
controlar debido a las grandes extensiones por donde se distribuye la especie y
la limitada capacidad de las autoridades para controlar los intrincados
caminos. En la actualidad, la caza ilegal constituye la principal amenaza para
los chigüiros.
La
caza estacional, se hace con hondas, caucheras y escopetas, dirigida hacia
animales como la babilla, la tortuga galapaga y la tortuga icotea; mamíferos
grandes y pequeños como chigüiros, cafuches y zaínos, venados, lapas y diversos
tipos de pescado como la cachama, el caribe, dorado, pacamú, nicuro y cajaro.